lunes, 8 de enero de 2007

George R. R. Martin. Muerte de la luz

Muchos años antes de que la fiebre provocada por "Canción de hielo y fuego", mastodóntico y adictivo culebrón de fantasía medieval, convirtiera a George R. R. Martin en el autor fashion que es ahora mismo, en España ya se reivindicaba su buen hacer gracias a una novela de ciencia ficción que apuntaba hacia el género literario opuesto. Muerte de la luz siempre ha contado con más consideración en nuestro país que en otras partes, y he de reconocer que no sé por qué. A veces la temática de una novela conecta más con unas culturas que con otras, no se me ocurre otra respuesta. En mi opinión, se trata de una novela aceptable (que ya es mucho), buena pero no excelente. Hace unos años escribí una breve crítica que a continuación rescato:


En su primera novela, George R. R. Martin enfrenta algunos de los temas que mayor importancia han tenido en la literatura de las distintas épocas, tales como el amor, el honor y la lealtad. El decorado de la historia lo conforma un planeta agonizante; el leitmotiv, más que en el asunto amoroso tan publicitado por sus editores, se centra en la evolución interior de un futuro líder que revolucionará su sociedad. Muerte de la luz es heredera directa de las inquietudes que recorrieron la década deMuerte de la luz los 70. En la novela destacan algunos temas muy de moda en esos años, como la lucha por la igualdad de la mujer, el antimilitarismo o la renuncia a la violencia. Sin embargo, aun abogando por todos ellos, el resultado final de la historia no es el esperado. El autor contrapone a la reivindicación de fondo valores morales hoy considerados pasée: el honor y la lealtad. Y, fuera su intención o no, logra dignificarlos por la vía nostálgica, pues se hace evidente, sobre todo en un melancólico final impregnado de lirismo, que ni en ese futuro ni tal vez en nuestro presente queda ya sitio para ellos.
Las en principio extrañas normas de la sociedad kavalar acaban, por mor de los hechos, logrando atraer al lector y hacerle añorar otros tiempos en los que todo era más sincero y menos material. Los desdichados acontecimientos y, especialmente, los intensos diálogos, dotan de gran pasión a una novela en la que el drama humano se superpone al atractivo entorno, provocando que el paralelismo buscado por el autor entre la muerte del amor y de los viejos valores y la del planeta que agoniza no consiga el equilibrio buscado. A pesar de ello, algunos episodios, como el del primer encuentro con la fantasmagórica ciudad de Kryne Lamiya y su eterno lamento consiguen el calificativo de imborrables.
Me parece curioso que esta novela se venda como la más romántica del género, pues aunque el amor triunfa finalmente, lo hace a costa del sacrificio de otros sentimientos menos efímeros, más voluntarios.

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