martes, 27 de febrero de 2007

Fernando Marías. Invasor

Invasor
Si Las confesiones de Max Tivoli fue el mejor libro extranjero que leí en 2004, la novela de autor nacional que más me satisfizo fue Invasor, de Javier Marías, premio Dulce Chacón de ese mismo año. En ella, Marías aparca momentáneamente su peculiar versión del género negro* para acercarse al hecho que marcaba la actualidad política del país en aquel momento, apostando por un tono narrativo de naturaleza ambigua alternante entre lo fantástico y lo psicológico.

Irak, agosto de 2003.
En una salida que parecía rutinaria, un médico militar español de la misión de paz se extravía en el desierto junto a otro compañero. Refugiados en una casa perdida, se ven envueltos en una lucha inesperada y salvaje con civiles iraquíes. El militar mata a dos hombres, y resulta asimismo herido de gravedad. Es repatriado en el acto, aparentemente a salvo. Sin embargo, durante la convalecencia en su casa, con su mujer y su hija pequeña, irrumpen en su vida fenómenos inexplicables que lo lanzan hacia una espiral estremecedora.
En el combate que se desencadena, su conciencia y su memoria podrían parecer los principales enemigos, pero hay más. Una presencia pavorosa ha viajado con él, dentro de él, de una forma que ni en su peor pesadilla podría haber imaginado, y busca venganza por los sucesos de la casa abandonada.


Marías recurre al artificio narrativo que perfeccionara hace más de un siglo Henry James en Otra vuelta de tuerca y siembra la duda sobre la veracidad de la historia, utilizando para ello una voz subjetiva enferma; si mental o anímicamente, es algo que deja a elección del lector. La novela permite dos interpretaciones. Pudiera tratarse de una macabra historia de terror con la que Marías, en palabras propias, intenta resucitar el género tal como era en el siglo XIX. O, al contrario, pudiéramos estar ante una novela de corte realista que busca profundizar en el proceso de culpa y en el cargo de conciencia de quien, sin desearlo, mata a un inocente. Es decir, bien la historia de una posesión por la sangre o bien el relato de una esquizofrenia provocada por una culpa patológica.
Temáticas aparte, el escritor vuelve a sobresalir en sus habituales puntos fuertes. Apoyado en un estilo marcadamente cinematográfico (tal como se denomina hoy en día a lo muy visual), logra dotar de una intensidad poco común a las sucesivas escenas de acción y se muestra extremadamente hábil en la conducción del suspense. La tragedia que inicia todo, el misterio en torno a las misteriosas palabras Qitalet Ibni y, por encima del resto, la desasosegante parte final aceleran el pulso del lector y lo sumergen de lleno en un ambiente truculento del que es difícil abstraerse.
Dada la localización de la tragedia, Irak, podrán suponer que también hay un elemento crítico en el argumento. Una lectura alegórica permite la extrapolación a un ámbito global de aquello que, individualmente, pudre y atormenta la conciencia ética del protagonista, convertido en asesino de civiles en una guerra ilegal, un médico que intenta, sin éxito, encontrar armas ficticias en los bolsillos de sus enemigos, para así descriminalizar su acción. Asistiendo al tormento terrible de quien ha asesinado directamente, aun en defensa propia, a dos inocentes, es cabal preguntarse cómo andará la conciencia de quien ha provocado directamente con sus decisiones la muerte de miles de inocentes foráneos, e indirectamente la de 192 compatriotas. Cualquiera podría preguntarse si el culpable de colocar a nuestro país en medio del conflicto no pasará las noches en vela; si, como le ocurre al principal personaje de esta novela, todas esas voces no estarán atormentándoles a él y a sus corresponsables acólitos.
Me gustaría pensar que la mentira conspiratoria del 11-M nació de la misma necesidad del protagonista de transformar semillas de tomate en explosivos, de un intento de exención de culpas, de no querer cargar con tantas muertes. Eso, al menos, convertiría a esos políticos en seres humanos en busca de salvación, ajenos a lujurias electoralistas. Me gustaría creer que es así, pero para desgracia general, eso sólo ocurre en la literatura. La realidad, en estos casos, siempre se evidencia más prosaica.


Prótesis nº3




* A todo aquel que esté interesado en conocer más datos sobre la relación de Fernando Marías con la novela negra le recomiendo leer tanto la entrevista como el excelente artículo realizados por Luis M. Díaz para el nº 3 de Prótesis, el fanzine consagrado al mundo del crímen.

jueves, 22 de febrero de 2007

M. C. Escher y el arte de lo imposible

El arte de lo imposible
Este libro, editado conjuntamente por el Canal de Isabel II y la Comunidad de Madrid, me permite hacerles llegar, sin que sirva de precedente, una recomendación no literaria. Si viven en Madrid o les es posible acercarse, acudan a la exposición dedicada al holandés M. C. Escher en la sala Arte Canal. Su permanencia se ha prorrogado recientemente hasta el 15 de abril y les aseguro que no se van a arrepentir.
Si estableciéramos una ficticia relación intergenérica entre la literatura y la pintura, podríamos asegurar que Escher ha sido uno de los máximos representantes del fantástico en las artes gráficas.* Baste decir que su cosmogonía particular une la matemática de Penrose con la ficción de Borges. Buscando la vulneración de los límites del medio bidimensional, Escher logró reflejar una realidad tridimensional ilógica, creada, paradójicamente, por medio de herramientas lógicas. Hoyó caminos tan poco frecuentados que en un mundo, el pictórico, tan dado a la rareza personal, Escher se encontró la mayor parte de su vida solo, incomprendido, aislado.
En este libro van a encontrar claros ejemplos de su osadía experimental. Se inicia con una somera presentación del pintor que en seguida da paso a la disección gráfica de su extensa y obsesiva obra. El texto es, naturalmente, lo menos importante aquí; lo que cuenta es el recorrido visual por la herencia pictórica de su protagonista. Los distintos períodos de su carrera, configurados por diferentes temáticas y materiales, son mostrados a traves de sus creaciones, en capítulos bien diferenciados, un plus que permite seguir la evolución del pintor a lo largo de las distintas etapas de su vida.
Las sucesivas láminas marcan un fascinante itinerario que va desde sus claroscuros iniciales hasta ese perfeccionamiento final evidenciado tanto en las metamorfosis de figuras animales y Castrovalva, Abruzzi, 1930humanas como en las elaboradas arquitecturas imposibles. Entre medias hay espacio para embeberse en la belleza del período italiano, para encontrar las claves de la fascinación producida por sus obras dedicadas a la dualidad especular, divertirse con los juegos tridimensionales a los que Escher somete a los cuerpos regulares y para contemplar la infinitud del plano sugerida por la sucesión de figuras complementarias, claramente inspiradas en las repetidas visitas que el pintor hiciera a la Alhambra, fascinado por sus yeserías y mayólicas.
La obra de Escher explora la manipulación del espacio y el tiempo, la búsqueda del infinito y la imposibilidad dimensional, términos caros a los buenos aficionados al género fantástico. Esa vertiente es la que me encaminó hacia la exposición y me obligó a hacerme con el libro. Y sin embargo, paradojas del destino, mi encuentro directo con la obra de Escher me sorprendió finalmente por la cuestión opuesta. Ya conocía gran parte de su obra, pero no su período italiano, y es precisamente éste, el más realista, el que me ha causado una mayor impresión. Los paisajes naturales y artificiales de esa Italia mediterránea, la utilización de la luz y el contraste en la visión única del holandes me trajeron al recuerdo, ignoro por qué motivo, la esencia de algunas narraciones de Buzzati. Eso aumentó mi adoración por el genio.
Aquellos que no puedan acercarse a la exposición pueden conocer la obra de Escher en la web oficial dedicada al pintor. Es un sucedáneo, pero menos es nada.

Relatividad, 1953



Ninguno de nosotros necesita dudar de la existencia de un espacio subjetivo irreal. Pero, personalmente, no estoy seguro de la existencia de un espacio objetivo real. Todos nuestros sentidos revelan sólo un mundo subjetivo para nosotros, todo lo que podemos hacer es pensar y posiblemente suponer que, en consecuencia, podemos colegir la existencia de un mundo objetivo.
M. C. Escher




* Siempre me he preguntado la razón por la que habiendo dado al mundo en el pasado siglo maestros pictóricos de lo irreal como Dalí o Picasso, en literatura, sin embargo, no hemos parido mas que realistas.

domingo, 18 de febrero de 2007

Kafka en la orilla, en Hélice

Kafka en la orillaHélice nº2
Ya está disponible en la Red el segundo número de Hélice, revista de crítica literaria centrada en el género fantástico. Se puede descargar gratuitamente desde su página web.
Entre el excelente material que la compone, cuenta con la crítica de Kafka en la orilla escrita por mi buen amigo Ben. Suscribo hasta la última coma de su contenido, tanto, que en realidad es como si la hubiera escrito yo mismo. Es decir, que si quieren conocer mi opinión sobre la excepcional novela de Haruki Murakami, descarguen la revista y disfruten con ella.

jueves, 15 de febrero de 2007

IV Premio Minotauro



Se ha fallado el premio Minotauro en su cuarta edición. La obra ganadora es una historia de vampiros titulada Ghotika, de la escritora Clara Tahoces. Me estoy planteando hablar largo y tendido sobre este premio y su ya clara influencia negativa para la ciencia ficción española. Mientras me decido, pueden leer la nota de prensa que ha hecho pública la editorial Minotauro en el siguiente enlace.

Premio Minotauro

lunes, 12 de febrero de 2007

Andrew Sean Greer. Las confesiones de Max Tivoli

Me produce una satisfacción especial rescatar esta reseña, pues pertenece a una de esas novelas con las que uno se encuentra contadas veces. Un auténtico disfrute y sin duda lo mejor que leí en todo el año 2004.



Las confesiones de Max TivoliLa literatura general lleva mucho tiempo acudiendo en continuado oleaje al género fantástico para enriquecer con sus premisas sus principales obras. Andrew Sean Greer lo bordeó de manera tangencial en su primera novela, The Path of Minor Planets, y ha acabado por sumergirse en él del todo en esta joya de la literatura titulada Las confesiones de Max Tivoli. El autor, a quien Michael Cunningham califica como devastador y John Updike compara con Nabokov o Proust, se ha servido de un elemento genérico de fondo y un estilo literario genuinamente decadentista para indagar en los laberínticos recovecos del amor.
Max Tivoli, hijo de un misterioso hombre procedente de las oscuras tierras danesas, viene al mundo con una extraña particularidad. Recién nacido, su aspecto es el de un hombre de 70 años, y aunque mentalmente evoluciona en el sentido correcto, físicamente su cuerpo experimenta una regresión progresiva hacia la juventud y, aún más allá, hacia la niñez. En primera persona, a modo de diario retrospectivo, Max relata desde su cuerpo infantil los avatares de su existencia, especialmente su relación con Alicia, el amor de su vida, y con Hughie, su mejor amigo. Desde una melancólica resignación, el protagonista hace partícipe al lector de cómo su enfermedad ha condicionado el desarrollo de su vida, consagrada a un único amor.
En esencia, Las confesiones de Max Tivoli es un emotivo adagio inspirado por un anhelo inalcanzable, escrito con una sensibilidad exquisita que hurga con delicadeza en esa soledad a la que nos abocan la ignorancia del sentimiento ajeno y la tiranía del punto de vista propio. Toda la narración está pensada por Max Tivoli, desde la subjetividad equivocada del monstruo, y por ello el lector entrevé cosas que él ignora, vislumbra el sufrimiento de los otros más allá de su lastimoso monólogo. Este libro es, ante todo, una delicatessen que se degusta con placer, en la que uno se sumerge deliciosamente con la laxitud propia de a quien no molesta el paso del tiempo. Una exquisitez dirigida a paladares exigentes, que gusten del buqué de la buena literatura, de la literatura eterna.

jueves, 8 de febrero de 2007

III Encuentro de Novela Negra

III Encuentro de Novela Negra de Barcelona En Barcelona se celebra estos días el III Encuentro de Novela Negra, evento del que pueden ustedes obtener toda la información con sólo acercarse a la página web de los organizadores.
Es una ocasión excelente para sumergirse en el mundo de la literatura de género, tanto negro como policíaco, ramas de un mismo tronco que, a pesar de compartir cierta consanguineidad, no son la misma cosa. Para conocer más a fondo ambas vertientes, les aconsejo que echen un vistazo a la web cuyo enlace tienen ustedes a continuación, lugar de visita imprescindible para todos los amantes del noir: La Gangsterera.

sábado, 3 de febrero de 2007

Cristina Fernández Cubas. Parientes pobres del diablo

De nuevo un libro que no merecía figurar en este blog sólo por un asunto anecdótico, aquel de las ilustraciones análogas. Estamos ante el primer autor español (así, en general) que viene a visitarnos, así que prestémosle toda la atención que se merece. He aquí un libro corto, casi de descanso. Parientes pobres del diablo se asemeja en brevedad y fisonomía a Sueño profundo, la recomendable antología de Banana Yoshimoto editada también por Tusquets. Consta de tres cuentos largos (o nouvelles, en registro afrancesado) que tocan temáticas diversas, pero que comparten un denominador común, el de la respuesta humana ante el elemento sobrenatural. Tres historias en las que el encuentro de los personajes con lo fantástico provoca reacciones de signos opuestos: aceptación, repudia e indiferencia.

Un comerciante sufre en África los efectos de una extraña maldición al alojarse en un pequeño hotel en apariencia tranquilo y confortable. Un joven de buena familia decide emplear su tiempo y sus viajes en investigar una casta humana nacida para el mal, perfecta encarnación de lo diabólico. Una anciana suspicaz, temerosa de que sus familiares la ingresen en una residencia, atribuye a un «simpático» moscardón su alteración de rutinas y el reencuentro con viejas compañeras de colegio, con las que revive —¿o transforma?— escenas del pasado.


La narrativa de Cristina Fernández Cubas gana con la distancia; cuando no se tiene el texto delante, éste comienza a adquirir profundidad. Su estilo, de una gran pulcritud, ha hecho del alejamiento narrativo, tal como se indica en laParientes pobres del diablo contracubierta, su virtud principal. Sin embargo, lo que en autores como J. G. Ballard revierte en un extrañamiento enriquecedor, en Cubas se constituye en una excesiva frialdad que hace muy difícil la empatía e identificación con los personajes. Es más tarde, cuando se deja pasar el tiempo y se reflexiona sobre lo leído, cuando la narración comienza a sugerir implicaciones que se habían pasado por alto.
"La fiebre azul" abre la antología y es, para mi gusto, el cuento de mayor calidad. Los párrafos dedicados al hecho sobrenatural con que se topa el protagonista, su encuentro con la esencia de sí mismo en el oscuro cuarto de un motel, traen a la memoria al Mauppassant más terrorífico. Es un cuento de rasgos metafóricos que muestra, en clave de autodescubrimiento, el hastío tanto familiar como personal de un estafador profesional travestido de burgués. Las descripciones africanas, tan someras como sobrias en el estilo sin adornos de Cubas, ofrecen la información justa para situar a personajes y hechos (principal preocupación de la autora) en un entorno que, debido a esa racanería descriptiva, podría haber transcurrido en cualquier otro sitio de haber elegido un par de sustantivos distintos. El hogar, tal como descubrirá finalmente el protagonista, no está donde uno decide, sino donde uno se lo encuentra.
"Parientes pobres del diablo" da título al libro y se presenta como el más ortodoxo de los tres cuentos. Lejos de gustarme, me ha parecido incluso el más flojo debido a su prebisibilidad. Es el único cuento de los tres que busca con firmeza un desenlace lógico, una conclusión sorpresa que resulta tan previsible que defrauda. Quizás porque Lovecraft ya describió, hace casi un siglo, el sobrecogimiento inicial y asunción posterior de quien se descubre miembro de una especie maldita.
"El moscardón", sin embargo, se declara tan críptico que es quizás el que más gana en la meditación posterior. Cabos aparentemente sueltos y misteriosas apariciones del pasado parecen erigirse en protagonistas de la historia, pero no son mas que elementos al servicio del verdadero tema que trata este misterioso cuento, que no es otro que la naturaleza perecedera de la memoria.
En todo caso, se trata de un libro recomendable por su estilo equívocamente llano, puesto al servicio de enigmáticas tramas que invitan a ejercitar el cerebro, a preguntarse por posibles significados. Cristina Fernández Cubas ha desarrollado con los años la capacidad que sólo poseen los grandes escritores: hacer pensar.