martes, 6 de marzo de 2007

Gabo octogenario

De efeméride en efeméride y tiro porque me toca; y en este caso triple. Gabriel García Márquez cumple hoy 80 años. Se da la circunstancia de que durante 2007 se celebrarán otros dos aniversarios que le conciernen: 25 años de la obtención del Premio Nobel de Literatura y 40 de la aparición de Cien años de soledad, la mejor novela con la que un servidor se haya topado a lo largo de una vida repleta de lecturas.
Mi primer encuentro con su obra maestra tuvo lugar en los albores de mi adolescencia, en la troje de la casa de mi abuela en el pueblo, lugar en el que me refugiaba para pasar, entre libros y tebeos, las largas horas de la siesta. Mientras las gentes reposaban la comida en sus camas y el asfalto de las vacías calles de Lagartera huía empujado por el calor hacia el estado líquido, mi mente recorría el siglo de historia de otro pueblo mágico, Macondo. Una historia que comenzaba así:

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Sólo con la edad se da uno cuenta de que ese tipo de recuerdos son como el vino; ganan en aroma y sabor con el paso de los años.
Felicidades, Gabo, pero sobre todo, muchas gracias.

viernes, 2 de marzo de 2007

Philip K. Dick. La invasión divina

La reseña a rescatar hoy cumple el objetivo de señalar una efeméride luctuosa. Hace exactamente 25 años que murió Philip K. Dick, un escritor cuya figura se va agigantando con los años, en parte por el éxito de las numerosas adaptaciones cinematográficas de sus obras, en parte porque la realidad, al fin, ha alcanzado a un genio que se adelantó a su época.


La invasión divinaEn el pasado, Dios perdió la batalla contra el Diablo y fue expulsado de la Tierra, concretamente al sistema estelar CY30-CY30B. Más de dos milenios después, se pone en contacto con Herb Asher, un descreído individuo que vive en una cúpula artificial en aquel mismo sistema, para darle la noticia de Su próximo advenimiento en forma humana y nombrarle padre putativo de la criatura. Junto a Rybys Rommey, la virgen e involuntaria madre, y Elijah Tate, encarnación del profeta Elías, viajan a la Tierra para que el niño Emmanuel, ayudado por la enigmática Zina, combata al Adversario en la batalla definitiva.
El mito bíblico ha sido tratado por la ciencia ficción (aunque sería más correcto decir por la fantasía) en repetidas ocasiones. Heinlein, Morrow, Willis y una larga lista de escritores han abordado el tema desde sus correspondientes y diversas perspectivas, aunque seguramente ninguno se haya acercado a la intensidad con que lo hizo Philip K. Dick, quien tras sufrir una epifanía de carácter místico se obsesionó con sus visiones y las incorporó a su recurrente y particular tratamiento de la realidad. La invasión divina forma parte de la trilogía literaria resultante de aquella experiencia, y es quizás la novela más accesible de las tres, pero también la más floja.
Como es habitual en Dick, la agilidad y poder de arrastre narrativos, apoyados en un estilo repleto de diálogos y escaso en imágenes, procura una lectura fácil a pesar de la continua presencia de farragosas y descontroladas salpicaduras gnósticas en sus páginas. El protagonismo salta de personaje en personaje en una obra coral en la que el humor de Dick vuelve a estar presente para frivolizar una vez más sus propias obsesiones.
La invasión divina, humilde heredera de Valis, es una lectura recomendada para conocer de cerca el mal que se apoderó del genial escritor en los 70 y comprobar cómo afectó a su obra postrera. Reedición de Minotauro, que sigue sumando volúmenes a una colección monográfica imprescindible.