viernes, 21 de octubre de 2011

Imágenes de cf. XI


"–¡Batís, no lo haga! ¡Usted no es un asesino!

No me escuchaba. Yo me hallaba a las puertas de la muerte y la cabeza no me respondía. Sólo se me presentaban, absurdamente, las imágenes de un sueño antiguo y banal. Pero cuando Batís ya estaba levantando el hacha, sufrió un fenómeno extraño. Una debilidad interior, y a la vez un destello de lucidez, que iluminaba su expresión igual que un meteorito atravesando la atmósfera. Aún con el arma alzada, me miró con la felicidad desgraciada de aquel científico que un día abrió los ojos al sol hasta que la exposición le quemó las retinas, sólo para saber cuánto tiempo podía la vista humana resistir la luz.

–El amor, el amor... –dijo.

Bajó el hacha con una dulzura triste. Escuchaba violines. Era un hombre que cierra silenciosamente la puerta tras la cual duermen sus hijos.

–El amor, el amor... –repitió, suavemente, con algo en la expresión del rostro que recordaba a una sonrisa."





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