lunes, 25 de noviembre de 2013

Breves: Carrión, Boyne, Capote

Los muertos, de Jorge Carrión

Si tuviera que definir Los muertos en una sola frase, sería esta: una buena idea mal llevada a cabo. La ambición que muestra el autor no se puede poner en duda, pero es precisamente ahí, en la osadía de intentar trasladar el lenguaje televisivo al papel, donde éste yerra. No en el orden conceptual, sino en el formal.
Al igual que hiciera Stanislaw Lem en Vacío perfecto, Carrión propone un juego metaliterario, la creación de ensayos sobre obras inexistentes, pero al contrario que el maestro polaco, no deja lugar a la imaginación. El autor acompaña los dos artículos y la entrevista que componen el núcleo de la novela con el material que en estos se analiza, las dos primeras temporadas de una serie de televisión de género fantástico y contenido metaliterario. Donde Lem ofrecía un vacío que llenar con la imaginación del lector, Carrión construye todo un universo, el purgatorio al que van a parar los personajes fallecidos en las obras de ficción.
El reencuentro con los protagonistas de Blade Runner o de Los Soprano, junto a otros muchos personajes reconocibles de la ficción, es tan sugerente como la historia que da vida a la serie, pero el autor pretende fusionar artes distintas, trasladar el lenguaje narrativo audiovisual a la literatura, y no elige el mejor camino. Cada medio tiene su forma de expresarse, y las adaptaciones suelen funcionar mejor cuanto más se alejan de su origen para acercarse al lenguaje de adopción. La literalidad, como era de esperar, condena de inmediato a la novela. Carrión somete el texto a un montaje televisivo, cada párrafo una nueva escena, y eso revierte en un caos difícil de disfrutar. O se tiene una memoria ciclópea para las situaciones, carentes de anclajes, o uno se ve abocado a retroceder en la lectura a cada momento.
Es una lástima, porque la idea original contenida en este artefacto posmoderno era realmente atractiva. El experimento formal, como ha sucedido tantas veces, va en detrimento de la obra.



El niño con el pijama de rayas, de John Boyne


Esta novela fue publicada en una época en la que los libros con protagonista entrañable se pusieron de moda. Su mayor activo, como era usual en ellos, se encuentra en la elección del tipo de narrador. Si Mark Haddon acertaba de pleno al elegir la voz que en primera persona, desde la mente de un adolescente autista, narraba los hechos de su novela El curioso incidente del perro a medianoche, Boyne se va al extremo opuesto y utiliza a un observador neutro, favoreciendo así el contraste que se establece entre el conocimiento de la realidad con el que cuenta el lector y la ignorancia presente en la mirada del niño que protagoniza la historia.
El autor apuntala este efecto con pequeños detalles narrativos. Por ejemplo, la descripción que se hace de un espejismo sin mencionar su nombre, pues el niño no lo sabe. La alcoholemia de la madre o su relación sexual con el joven Kotler, e incluso la alegría de Schmuel son hechos interpretados de forma distinta a lo que en realidad representan por el protagonista. Este artificio narrativo, presente incluso en los títulos de los capítulos, exige la complicidad del lector, y es el mayor responsable del efecto de ternura que el relato produce. Gracias a él, Boyne logra que se establezca una relación à la Benigni, de falsedad teñida de inocencia, entre los hechos que suceden en los aledaños de un campo de concentración nazi y el modo como el niño los percibe.
La novela se engrandece en el último tramo, precisamente desde la aparición en ella del personaje que le da título. El crimen del nazismo se hace presente en toda su magnitud, y el escritor cierra su relato de forma admirable, con una frase que añade un último escalofrío a los ya coleccionados durante el terrible desenlace. Bajo la doble mirada a la que el libro ha acostumbrado al lector, las últimas palabras adquieren un significado macabro.



Desayuno en Tiffany's, de Truman Capote

Truman Capote es alabado especialmente por A sangre fría, un libro que fue etiquetado como nonfiction novel (término que no goza de mis simpatías) y que hoy se señala como padre del Nuevo Periodismo. Los dos biopics con los que el cine nos sorprendió hace unos años dieron cuenta de la complejidad de la persona; leer el resto de sus obras atestigua la colosal talla literaria del escritor. Desayuno en Tiffany's es más recordada por el rostro y la voz de Audrey Hepburn que por sus páginas, y sin embargo es una novela corta magnífica, en cuyo texto sobresalen la sofisticación que hizo a aquella historia tan atractiva para el público y una mayor profundidad en el tratamiento del tema más escabroso.
Sin dejar la sutileza, hace que el lector se haga preguntas sobre las distintas clases de prostitución, negando al dinero su protagonismo indispensable dentro del término. Quizás utilizar las armas propias de tu sexo para conseguir lo que quieres, aunque sea otro tipo de cosas, pueda considerarse también como tal. La condición de Holly se hace más evidente en el texto, pero el objetivo que persigue Lula Mae con su ajetreada vida social no es la riqueza, sino el renacimiento, la reinvención de sí misma. A través de sus conversaciones con el anónimo narrador, a quien ella llama Fred, Capote hace un elogio de la literatura, situándola por encima del cine. Paradójico, teniendo en cuenta el éxito posterior de la película.
La guinda del libro es, en este caso, tan suculenta como el plato principal. Tres cuentos acompañan a la pieza que le da título, todos ellos excelentes. El estilo de Capote es sutil y emotivo. El autor muestra una gran capacidad para despertar sentimientos intensos en el lector. El primero, titulado "Una casa de flores", remite al gótico sureño y trata sobre la libertad de elección, con un tipo de amor peculiar de fondo. "Una guitarra de diamantes" es un relato maravilloso, lectura obligada para todo aquel que disfrutó con el film Cadena perpetua y el cuento de Stephen King que le dio vida. De "Un recuerdo navideño" sólo puedo decir que, por su tremenda carga dramática, llenó mis ojos de lágrimas. Estos tres magníficos relatos son una invitación para acceder a sus Cuentos completos.


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